Marionetas del Poder

En una España distópica asolada por la crisis, Sara acepta un trabajo en una prisión donde acaba siendo cómplice involuntaria de una ejecución encubierta como competición por la libertad. Ahora, perseguida por su pasado, deberá arriesgarlo todo para sobrevivir mientras descubre la verdad tras lo ocurrido. La prisión solo fue el primer acto de la obra de teatro en la que se ha visto envuelto el país.

SINOPSIS

En una España asolada por la crisis, Sara es vigilada de cerca para evitar filtraciones sobre el trabajo que se vio obligada a realizar un año atrás, al igual que sus antiguos compañeros. La falta de oportunidades y la necesidad de alimentar a su familia la llevaron a aceptar un puesto como vigilante en el recientemente instaurado corredor de la muerte. Sin embargo, lo que parecía una labor rutinaria terminó convirtiéndose en una pesadilla de dos semanas a cambio de un año de sueldo. Como medida de control y protección, el Estado le asignó un abogado que la mantiene informada y la instruye para sobrevivir a la caza de brujas que comienza a gestarse en el país, un hombre que más adelante descubrirá que no trabaja para ella, sino para quienes orquestaron todo desde las sombras.

La historia alterna entre el presente y los sucesos ocurridos en la prisión un año antes, una estructura que refuerza la tensión y el suspense. No obstante, por claridad, en esta sinopsis se narran primero los acontecimientos del pasado (las pruebas mortales, las relaciones entre los reclusos, y el proceso en el que Sara empieza a romperse), seguidos por las consecuencias actuales, donde el thriller político, el control institucional y el trauma personal marcan la lucha por la verdad y la supervivencia.

Tras meses de paro, Sara recibió una oferta que no podía rechazar. Al llegar a la prisión donde pasaría las siguientes dos semanas, pensaba que su trabajo se limitaría a la vigilancia. Pero no imaginaba que acabaría enfrentándose cara a cara con la muerte. Fue testigo y cómplice de seis pruebas diseñadas para manipular psicológicamente a los reclusos, cada una más sanguinaria que la anterior. La primera: una cruel adaptación del dilema del prisionero.

La tensión no residía solo en las pruebas. También se palpaba en los pasillos: incidentes con móviles que desatarían el caos un año después, dos amigos forzados a enfrentarse en un combate a muerte que culmina en un acto de rebelión conjunta, y un inocente entre los condenados… Todo controlado por un titiritero que dirige la función con una calma tan aterradora como su deleite por sembrar incertidumbre ante la muerte.

Atrapada en esta pesadilla, Sara conoce a Ander, con quien conecta rápidamente en su necesidad de encontrar un lugar seguro. Su relación comienza a florecer en medio del horror, pero se ve cercenada cuando Ander muere al intentar salvar al preso inocente durante una de las pruebas. La pérdida deja una cicatriz profunda en Sara, marcando un punto de no retorno.

En el presente, Sara sobrevive como puede junto a sus padres mientras las manifestaciones y la represión toman las calles, encendidas por la filtración de varios vídeos de las pruebas. Aunque nadie ha podido confirmar su autenticidad, las imágenes bastan para incendiar la opinión pública. Mientras tanto, el Gobierno calla. La pobreza se ha convertido en rutina, y el miedo, en una herramienta de control.

Sara, inquieta por las filtraciones, intenta descubrir quién está detrás de ellas con el fin de pedirle que no exponga nada de Ander por respeto. En un mundo tan controlado, se ve obligada a tomar medidas para mantener su anonimato. Poco después encuentra una misteriosa y amenazante nota en el cementerio, pero en ese momento no cae quien la ha escrito. Al mismo tiempo sus compañeros empiezan a ser arrestados con la excusa de “haber colaborado por las filtraciones” y ella podría ser la siguiente.

Necesitando un respiro sale a dar un paseo que únicamente logra aumentar su pánico cuando Otsoa cae “suicidado” desde lo alto de la catedral. El impacto emocional la deja paralizada, pero no tiene tiempo para procesarlo: sabe que ella será la siguiente. Sin ser capaz de volver a casa pero necesitando un lugar tranquilo va a una cafetería, donde desde hace años ya no se admite efectivo. En la televisión una noticia deja en shock a todos. La familia de Otsoa difunde mensajes pregrabados en los que él niega haberse suicidado. Afirma que fue utilizado como una marioneta del gobierno y que, aunque recibió órdenes de grabar las pruebas, no fue quien filtró los vídeos. Sospechaba que tras ellas se escondía algo mucho más grande, pero no llegó a descubrirlo. Su último mensaje es una advertencia: lo ocurrido en la prisión fue solo una parte de algo mucho más oscuro. Sara recibe un mensaje de su abogado advirtiéndole de que está siendo observada. Se da cuenta de que el letrado tiene razón, un hombre la observa desde la distancia. Así que dejando el café a medias, sale corriendo.

Corre hacia el despacho de quien creía ser su protector, pero al llegar se percata de que es una emboscada, una trampa para capturarla. Quien parecía su guardia protector, resulta haber sido un espía tras sus líneas defensivas. Advierte a sus padres de que escapen del país cuanto antes y tras tirar el móvil a una alcantarilla para dificultar su localización, se da a la huida. Tras una tensa persecución llega a la estación de autobuses y después de un tenso momento en el que parece que va a ser descubierta en el baño, logra subirse a un bus hacia el aeropuerto.

Sara intenta huir del país, pero es capturada en la terminal e irónicamente es llevada a la misma prisión en la que trabajó. Allí, cuando todo parece perdido, se reencuentra con Alberdi, un antiguo funcionario con el que compartió las jornadas más oscuras durante las pruebas. Él, que siguió trabajando en la prisión por necesidad para costear un tratamiento médico para su padre, ha perdido ya lo único que lo ataba al sistema. Consumido por la culpa, decide redimirse ayudando a Sara a escapar, aunque sea lo último bueno que haga. Con su ayuda y aprovechando el desánimo y la indiferencia del resto del personal, logran huir. Días después, Sara cruza la frontera y se reencuentra con sus padres en Francia.

Desde allí, ya a salvo, escribe un artículo que narra lo vivido en la prisión y el golpe que sacudió al país, con la esperanza de que el mundo no olvide lo ocurrido y de dejar una advertencia clara: un Estado que se vale del miedo para gobernar puede convertir a cualquiera en cómplice y a todos en marionetas.